jueves, 12 de noviembre de 2015

Un descubrimiento mágico: la lectura

Hasta que un día, desde la ventanilla de un auto, vi un cartel a un costado del camino.
La visión no pudo haber durado mucho tiempo; tal vez el automóvil se detuvo por un instante, quizá sólo redujo la velocidad lo suficiente para que yo viera, grandes e imponentes, formas similares a las de mi libro, pero formas que no había visto antes.
Sin embargo, supe de inmediato lo que eran; las oí dentro de mi cabeza; se metamorfosearon, dejaron de ser líneas negras y espacios blancos para convertirse en una realidad sólida, sonora, cargada de significado. Todo eso lo había hecho yo por mi cuenta. Nadie había realizado por mí ese truco de magia.
Las formas y yo estábamos solos, revelándonos mutuamente un diálogo silencioso y respetuoso. Haber podido transformar unas simples líneas en una realidad viva me hizo omnipotente.
Ya sabía leer. No sé cuál era la palabra que leí hace tantos años en aquel cartel creo recordar que tenía varias "a", pero la repentina sensación de entender lo que antes sólo podía contemplar es aún intensa como debió serlo entonces.
Fue como si adquiriera un sentido nuevo, de modo que ciertas cosas ya no eran sólo lo que mis ojos veían, mis oídos oían, mi lengua saboreaba, mi nariz olía y mis dedos tocaban, sino que eran también, lo que todo mi cuerpo descifraba, traducía, expresaba, leía.

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