lunes, 23 de noviembre de 2015

Deshilando el texto académico 1

Escribir es hacer un texto, y en latín la palabra texto significa “tejer” o “tejido”. Entonces, cuando escribes, lo que haces es tejer, entramar, trenzar palabras, lo cual da como resultado, según la definición de la RAE (2012), un “enunciado o conjunto coherente de enunciados orales o escritos”. Para crear un texto coherente y cohesivo que logre el objetivo de lo que se quiere comunicar, es necesario que los elementos empleados estén ligados, así como lo están los puntos en el tejido.

La coherencia implica que se perciba el texto como un todo; la cohesión supone que las oraciones están conectadas entre sí por elementos concretos.”
(Clerici, 2013)

Escritura

Escribir textos académicos es diferente a otras formas de escritura, puesto que su proceso de construcción atraviesa por diferentes etapas que permiten exponer y explicar información o conocimientos en los diferentes campos del saber y su aplicación, además de divulgar esta información. Por tanto, es necesario tomar en cuenta:



La composición de un texto es una actividad compleja que atraviesa por diversos momentos antes de su culminación. En su investigación, Carlino, P. (2004) establece cuatro tendencias (dificultades o predisposiciones) que reflejan los universitarios al momento de escribir.

  1. No tener en cuenta al lector. Existe una tendencia de una escritura denominada “prosa basada en el autor” en lugar de una “prosa basada en el lector”; en la primera, las ideas se presentan en el orden en que fueron descubiertas, es decir, “muestra el camino asociativo de la confrontación del sujeto con su tema.” En la segunda, hay un “intento deliberado para comunicar algo al lector”, lo cual lleva a “crear un lenguaje y un contexto compartidos” entre ambos. Es decir, la prosa basada en el autor “refleja su proceso de pensamiento”; en cambio, la prosa basada en el lector “refleja su propósito” (Flower, 1979, citado por Carlino, 2004).
  2. Desaprovechar el potencial epistémico de la escritura. Scardamalia y Bereiter (1992) sugieren haber encontrado dos formas de redactar: “decir el conocimiento” por oposición a “transformar el conocimiento”. En la primera, el que escribe recupera de su memoria lo que sabe sobre un tema y lo expresa en el papel; en lo segundo, el escritor anticipa los rasgos de su destinatario y analiza qué quiere lograr con su texto.
  3. Revisar sólo la superficie del texto. La revisión de un texto casi no es considerada como una actividad en la cual es posible modificar y desarrollar perspectivas y nociones, si no como un mero proceso de corrección para subsanar errores, es decir, una revisión en forma lineal y centrándose en aspectos locales y poco sustantivos. Lo importante sería revisar, buscando descubrir significado al confrontar lo ya escrito con las expectativas del lector.
  4. Postergar el momento de empezar a escribir. Cuando se enfrentan a la tarea de producir un texto académico, muchos universitarios (afirma Carlino) recopilan bibliografía y leen casi hasta el último momento, sin empezar a poner por escrito los pensamientos que van surgiendo, las primeras ideas o las perspectivas posibles desde las cuales van a producir su texto. Luego, a falta de un enfoque propio, escriben desde el punto de vista de las fuentes consultadas (Arnoux, Nogueira y Silvestri, 2003). Finalmente, llega la fecha de entrega cuando ya no hay tiempo de repensar lo escrito.



No hay comentarios:

Publicar un comentario