martes, 24 de noviembre de 2015

¿Qué otros elementos debe contener un texto académico?

Formatos: oral, escrita, audiovisual

En general, un texto académico es una producción que puede ser realizada en diferentes formatos: oral (por ejemplo, una conferencia o entrevista); escrito (un libro o un artículo); audiovisual (un documental, una película, un informe en video).


Intencionalidad de la información y colaboración

En el marco de una intencionalidad, clave en la academia, está el producir conocimiento. Pero no sólo es producir; en este sentido, también procura dar a la luz pública dicho conocimiento. Grosso modo, una investigación que no se publica o edita, no sirve, queda encajonada y no es útil. En el conocimiento participan muchas mentes que trabajan de manera aislada, pero, en redes o colaborativamente, aportan un cúmulo que va produciendo nueva interconexión de la información (Núñez, 2012).

Los textos académicos, en primera instancia, se dirigen a las comunidades académicas y científicas. Eso implica que en muchos casos el lenguaje que se usa no es coloquial y hay momentos en que sólo quienes están familiarizados con un determinado campo del saber pueden entender. Pero no tiene nada de exclusivo, es sencillamente parte de la intencionalidad de transmitir a un grupo en especial, con alcance local o mundial. La idea es que sea resultado de la suma de pequeños esfuerzos de la ciencia (Núñez, 2012).


Inconvenientes

El plagio es recurrente en los textos académicos. Se trata de una práctica que consiste en copiar, al pie de la letra, obras que corresponden a otros autores y que son presentadas como propias. Se comete plagio, cuando no se reconoce al autor original, cuando se escribe la misma frase sin comillas, o se hacen cambios mínimos a la estructura de la oración. Gabriel Zaid, citado en Argüelles, expresa que “la prosa académica se ha vuelto inextricable”, y agrega que “simboliza un enorme peligro no saber diferenciar lo propio de lo ajeno” (Argüelles, 2013).


Respecto a los inconvenientes


Estructura de los tipos de texto

Aprender a escribir textos académicos conlleva cambiar la forma de pensar cómo se escribe, y del mismo modo, aprender a mirar u observar un texto, el comprender cómo está organizado, cuáles son las regularidades gráficas que determinan la forma como se escribe, identificar los rasgos importantes para distinguir cada una de sus partes, así como la forma en que éstas se relacionan entre sí para provocar significados y codificar mensajes. Hay que representar y no quedarse en la transcripción, por ello, al leer un texto, no sólo tienes que decodificar, sino redimensionarlo con un nuevo sentido.


¿Cómo se estructura el texto académico?
Se puede denominar texto académico a cualquiera de las producciones orales, escritas, audiovisuales, etc. que tienen lugar en el marco de las actividades científicas y universitarias, que responden típicamente a la intención básica de producir o transmitir conocimientos sistemáticos de alcance social y cuyos destinatarios son los miembros de las distintas comunidades científicas y universitarias a nivel local, nacional o transnacional.


Para comenzar a escribir, es necesario identificar la estructura general de los textos académicos (Osornio, 2006), a continuación da clic en cada nivel de la pirámide para revisar el contenido.



Osorio (2006), menciona también cuatro características generales que debe contener un texto académico: pertinencia, pragmatismo, perspicacia, y precisión.

Además de tener estas características, también deben poseer una estructura mínima común, con algunas diferencias según el tipo de textos al que correspondan. A continuación, se presentan los elementos que conforman un texto académico.


  • Introducción: En esta sección, se menciona sobre que se va a hablar, se explicitan los propósitos y la intención del trabajo. Aunque es la presentación del texto esta parte es la última que se redacta, pues en ella se menciona una breve síntesis de lo que se va a abordar en el trabajo.
  • Cuerpo: En este apartado es donde se desarrolla propiamente el tema; para este desarrollo, el autor se vale de la información que ha conseguido de las distintas fuentes que ha consultado. Aquí no solo expone lo que ha encontrado, sino que trabaja esa información, para generar una nueva a partir de la comparación de posturas de distintos autores, mostrando sus propias opiniones o argumentado y explicando algunas teorías o posturas
  • Cierre: En esta parte se presentan las conclusiones a las que se ha llegado con la elaboración del trabajo. Asimismo, aquí se pueden presentar recomendaciones, sugerencias, etcétera. En esta parte, se dejan sentados los resultados de los análisis que se hayan hecho y es donde se consignan los conocimientos nuevos a los que se haya podido llegar.

En cuanto al discurso lingüístico que se utiliza en un texto académico, es necesario distinguir los de tipo expositivo, de los argumentativos, a continuación se define de manera breve cada uno de éstos:


  • Expositivo: Este tipo de texto sirve para informarnos objetivamente sobre un tema de forma clara y ordenada. Tiene como objetivo informar y difundir conocimientos sobre un tema de interés. Tratando de dar respuesta a preguntas como ¿Qué?, ¿Cómo?, y ¿Por qué? presentando además una serie de ideas que aclaran o explican conceptos y argumentos. La intención de los textos expositivos es, la de informar.
  • Argumentativo: Mediante este tipo de textos el autor usa la forma discursiva para intentar convencer al receptor y utiliza para ello distintos argumentos. La argumentación es tratar de dar validez a la propia opinión o a la de otros a través de ideas fundamentadas en diferentes teorías; este tipo de textos suele tener carácter subjetivo.


Cinco reglas de oro para escribir textos científicos





  • La escritura necesita del caos. La primera regla tiene que ver con la necesidad y a veces obsesión por la estructura del texto. La estructura de los textos científicos acostumbra a ser expositiva o argumentativa y requiere del cumplimiento de variados y exigentes requisitos formales. Sin embargo, conviene recordar que los textos acabados que publican las revistas científicas no son más que el producto final de un proceso a veces largo y doloroso que el lector desconoce. Por ello, cualquier escritor debe tener presente la estructura clara y coherente así como un texto bien enlazado, no se produce (casi nunca) de manera automática. A menudo un cierto nivel de desorden y de caos facilita la tarea de ordenar la información y que, aunque no nos guste demasiado mientras se produce, es probablemente inevitable.
  • El proceso seguido y el producto final son interdependientes. La segunda de las reglas que hay que tener presentes indica que un texto interesante, complejo y sugerente probablemente sea el fruto de un proceso que también fue complejo. De ello se deduce que cualquier escritor debería desconfiar del texto que surge fácil, casi sin pensar, a borbotones. Esta forma de escribir en la que vertemos todo lo que tenemos en mente sobre un determinado tema suele ser útil como parte del proceso de escritura de un texto científico. Por ello, es conveniente desconfiar de estas primeras versiones y partir de la idea de que son borradores iniciales que nos permiten disponer del contenido que hay que incluir en el texto final. Basándose en ese contenido, en esas versiones preliminares, a muchos escritores les resulta más fácil elaborar una representación del texto en la que se incluyan los objetivos de la situación de comunicación, los requisitos estructurales, la reflexión sobre la audiencia, etc.
  • La confusión y la confianza son necesarias en su justa medida. La tercera de las reglas que un escritor debería tener siempre presente, tiene que ver con el conocimiento de las posibles frases por las que sus emociones y su estado de ánimo van a transitar a lo largo de la escritura. Decirse a uno mismo antes de empezar a escribir que habrá momentos de confusión y otros de excesiva confianza es imprescindible para no dejarse llevar ni por el desánimo ni por el engaño.
    Sin embargo, disponer de ese conocimiento no inmuniza al escritor y, por ello, cuando realmente cunda el desánimo o cuando nos parezca que lo que acabamos de escribir es fantástico, conviene dejar esa parte del texto y retomarla unas horas o unos días más tarde. La clave tal vez está en encontrar esta justa medida y en no dejarse llevar por ninguno esos sentimientos. Una de las mejores maneras de mantener esa medida consiste en ser conscientes de cómo y por qué nos asaltan estos sentimientos a lo largo del proceso de escritura.
  • Cuatro ojos ven más que dos o dos mentes revisan mejor que una. La cuarta regla apela a la compañía necesaria en una actividad como la escritura, que tradicionalmente suele desarrollarse de forma exclusivamente individual. Y una de las barreras que un escritor tiene para detectar algunos problemas en sus textos, es que tiene dificultad de distanciarse de ellos. La posibilidad de contar con ayuda en el proceso es importante y muy beneficiosa.
  • La reflexión siempre es más útil que la automatización. La última regla de oro apela a las demás, la reflexión consciente sobre las decisiones que tomamos mientras escribimos; el análisis de aquello que nos dio buen resultado y de lo que entorpece nuestra producción, y la intención explícita de elaborar y mantener un representación de la tarea lo más completa posible, son actividades necesarias para escribir textos científicos y que nadie llegue a automatizar completamente. Se aprende a reflexionar de manera más rápida y algunas situaciones repetidas permiten al escritor experimentado disponer de algunas rutinas, pero la totalidad del proceso no es automatizable porque cada situación comunicativa es nueva y diferente y exige una nueva y particular representación del texto que hay que producir en esas circunstancias.
    Lo que sí parece aumentar es el conocimiento condicional, es decir, el conocimiento que proviene de la reflexión y que nos indica cómo, cuándo y por qué una determinada decisión es más adecuada que otra, una forma de empezar es más aconsejable, una estructura textual resultará más indicada, etc. (Castelló, 2007).

Estrategias de elaboración de textos académicos

La escritura

La composición del texto académico, como ya se ha comentado, es un proceso que, independientemente del punto de partida o los motivos de la escritura, tiene un mismo final: comunicar información. En este apartado se abordarán algunas acciones generales dentro del proceso de elaboración. Una vez que las revises, se te sugiere hacer un esbozo de tu “ruta de elaboración”, la cual te permita ubicar tu punto de partida, como será tu progreso y dónde tu aterrizaje.

El proceso de escritura consiste en una serie de pasos que te permiten elaborar un texto. La escritura no es perfecta al primer intento, lo normal es comenzar con una idea, comenzar a escribir e ir ajustando las ideas, revisando y reescribiendo hasta llegar a la versión final.
Los escritores se mueven adelante y atrás durante todo el proceso de escritura. Muchos de ellos llevan a cabo los siguientes pasos:


  1. Contextualizar y planificar: En esta fase del proceso es importante llevar a cabo diversas acciones que te permitan primero, entender qué es lo que vas a escribir, cuál es el propósito, hacia quién va dirigido y como conseguirás la información. Para esto es importante reflexionar sobre las siguientes cuestiones:
  • Propósito de la escritura: ¿Cuál es la razón para escribir? Algunas veces existe más de una razón para hacerlo, éstas deben reconocerse y tenerse en cuenta durante el proceso de escritura.
  • Audiencia: Es muy importante saber quién es la audiencia y adaptarse a ella, pues de ello depende que el escrito pueda entenderse.
  • Tema: Es importante pensar en la audiencia y lo que puede interesarle, en otras ocasiones deberás desarrollar el tema que se te asigne como requisito de alguna materia en particular.
  • Búsqueda, Investigación: ¿Qué sabes sobre el tema? ¿Qué te falta saber? En esta fase debes buscar o investigar hasta que cuentes con la información necesaria, aunque no todos los temas requieren de una investigación previa.
  1. Organizar la información: Al realizar la investigación ya cuentas con suficiente información para escribir sobre el tema. Sin embargo, es importante que antes de lanzarte a la aventura, pongas en orden el caos de información que tienes. Para esto puedes emplear alguna clasificación que te permita ordenar la información, ya sea por fecha de publicación, por autores o por áreas de conocimiento.
  2. Producción del texto, hacia el primer borrador: Para iniciar con el primer intento del escrito, puedes emplear un esquema que te permita establecer los puntos que debes desarrollar en el escrito. En este momento no es importante preocuparte por la letra, ortografía o la palabra correcta, lo importante es dejar fluir tus ideas.
  3. Revisar: Las revisiones tienen por objeto mirar nuevamente lo que ya has escrito para mejorarlo. En este paso, analizarás el contenido, corregirás los errores, y suprimirás lo que no es apropiado. Incluso reorganizarás y acomodarás algunas partes (cambio de párrafos) para que el significado sea más claro o más interesante.
  4. Reelaborar y aterrizar el texto final: La elaboración de una prueba satisfactoria se produce generalmente tras varias revisiones. En la corrección final verificarás lo siguiente (Barresta, 2008):
  • Ortografía, mayúsculas y puntuación
  • Oraciones: variedad.
  • Que no haya repeticiones.
  • Errores en el tiempo de los verbos y concordancia en ellos; concordancia entre sustantivos y
  • Si es posible le puedes pedir a un compañero que revise tu trabajo.
  • Después de haber hecho las correcciones finales, haces una copia final limpia y bien presentada.
  1. Comunicar: La copia final limpia y bien presentada, constituye el producto que compartirás con la audiencia. El trabajo puede presentarse

Sobre la redacción científica

Las características de la redacción científica son informar el resultado de una investigación, y la única meta es comunicar eficazmente el resultado. La redacción científica reúne cuatro requisitos o criterios, de acuerdo con Clerici, C. (2013):
  • Dominar el idioma: escribir oraciones completas y coherentes, construir párrafos que lleven lógicamente de un tema al próximo, y usar correctamente las palabras y los signos de puntuación para producir un texto sencillo, claro y fácil de entender.
  • Enfocarse en el trabajo: establecer un plan de trabajo con fechas de inicio y término. Reservar tiempo para escribir y evitar excusas que posterguen la actividad.
  • Dedicarle tiempo a la revisión del texto: dedicar tiempo suficiente a la redacción y corrección del manuscrito. Los textos efectivos no se escriben apresuradamente; son el producto de una escritura y revisión cuidadosa, pausada y constante.
  • Entender y aplicar los principios fundamentales de la redacción científica: escribir con precisión, claridad y brevedad.

lunes, 23 de noviembre de 2015

Deshilando el texto académico 3

Elementos discursivos
Objetividad

Cuanto más desprovisto de carga subjetiva, más potencial de convencimiento logra un texto. Se trata de hacer que el lector suponga que ha tenido un encuentro genuino con una verdad objetiva ante la que no tendrá más remedio que aceptar.

El carácter objetivo se logra a partir de la descontextualización del texto y, particularmente, despersonalización. El discurso académico busca la descontextualización del texto para convertir su contenido en una verdad científica con validez universal, y no sometido al contexto. Montolío (2000, citada por Fernández, F.& Bressia, R., 2009), señala los siguientes recursos lingüísticos que manifiestan el carácter objetivo del texto:

  • Uso de un léxico preciso y elaborado
  • Abstención de la anteposición de adjetivos valorativos
  • Uso de conjunciones subordinantes y, en general, de elementos que expliciten las relaciones de significado que mantienen las oraciones y las partes del texto entre sí.
  • Utilización de un conjunto de mecanismos lingüísticos destinados a objetivar.

Dichas técnicas o mecanismos, son esos elementos lingüísticos que reflejan objetividad en el escrito, y básicamente son (coord. Vázquez, G.; Castero, A.M.; Delbecque, N.; Goethals, P.; Laca, B., 2001):

  • Sobre la primera persona, el autor: Es necesaria una referencia distanciada a uno mismo. Evitar el “yo”: “como he argumentado”, “me ceñiré a “.
  • Sobre la segunda persona, lector: es necesario un tratamiento indirecto y distanciado del público. Evitar el “tú”; en todo caso se referirá a “ustedes”: “consideren ustedes un tema clásico.”
  • Sobre la tercera persona, autores u otros actores enunciativos: Se puede citar literalmente lo que dice a partir de dos puntos, o mencionar a la persona en el texto, dependerá de lo que se busque recuperar de estos actores: “Fernández establece su definición:” “Psicólogos sostienen que la… ”; “Para Rivera los gobiernos…”
  • Empleo del plural: el uso de “nosotros” puede servir para evitar el “yo”; en el caso que sea necesario hacer implícito el sujeto, o que el autor se asocie con otros actores enunciativos, “decimos” en lugar de “digo”.
  • Empleo de metonimia, o trasnominación: es un fenómeno de cambio semántico por el cual se designa una cosa o idea con el nombre de otra, sirviéndose de alguna relación semántica existente entre ambas.
  • Empleo de construcciones reflexivas: Se emplean tanto las pasivas como las impersonales; las primeras tienen sujeto gramatical: “se refiere”, “según se expondrá”, “se infiere que”.
  • Empleo del infinitivo: Este recurso ayuda a evitar el uso de la primera persona: cabe + infinitivo = cabría esperar una razón.

Argumentación

Otro de los objetivos del texto académico es que, además de dar a conocer los resultados de determinada investigación, te convenzan. Se suele decir que el objetivo es convencer, cuando se utiliza sobre todo la razón, y persuadir, cuando se trata de obtener su adhesión con el sentimiento. El destinatario de la argumentación sirve de elemento de regulación del discurso en la medida que no podemos modificar su actitud sin conocer su posición y analizar sus intereses.

De acuerdo con Gutiérrez y Urquhart (2005), el esquema básico de la argumentación sería:

Ejemplo:

Meta: convencer a la niña que debe hacer la tarea temprano.
Tesis: es necesario hacer la tarea temprano.
Razones: así la niña no terminará haciendo la tarea a las diez de la noche cuando esté muy cansada.

Entonces, la argumentación es un proceso en el que un ponente tiene la meta de que el auditorio acepte su tesis mediante el uso de razones.


Estrategias argumentativas

El escritor intenta convencer de que su postura respecto de algún tema en particular es la más razonable, para lo cual puede utilizar diferentes estrategias, de acuerdo con Clerici, C. (2013):

Planteamiento de causas y consecuencias: se plantean relaciones de razón-consecuencia entre ideas o hechos de modo que su opinión aparezca como lógica conclusión y no como mero punto de vista; los conectores que se utilizan para plantear relaciones de este tipo son: por lo tanto, por eso, en consecuencia, consecuentemente, dado que, en razón de que, porque, entre otros.

  • Analogía: en los textos explicativos, la analogía sirve para aclarar algún concepto al compararlo con otro similar conocido por el receptor.
  • Ejemplificación: se vale de ejemplos para demostrar la validez de su afirmación.
  • Preguntas retóricas: el emisor puede formular preguntas retóricas que no se plantean para ser respondidas, sino que ya tiene implícita la respuesta. Las preguntas retóricas anticipan los posibles interrogantes que se formularía el lector, y hacen que sea más fácil seguir el desarrollo argumentativo.
  • Cita de autoridad: el término polifonía se utiliza para hacer referencia a todas las formas en que interactúan distintas voces dentro de un mismo enunciado. El emisor incluye una voz especializada o respetable que se suma a su propia voz para defender su tesis.
  • Concesión: el emisor puede incluir otras voces que se oponen a su tesis para discutirlas, contradecirlas o descalificarlas. Los textos argumentativos suelen incluir concesiones, es decir, reconocimientos de ciertos puntos de vista del otro como válidos.

Intertextualidad

Es necesaria una dosis de lectura antes de la escritura, ya que los textos académicos toman como punto de partida investigaciones y estudios ya publicados, ya sea para acordar o desestimar sus posturas.

La intertextualidad se entiende como la presencia, relaciones y entramados que se tejen entre los textos y se encuentra particularmente presente en el académico (aunque es rasgo común a todo género discursivo). Por este motivo, “…el discurso científico apela constantemente a la cita de autores, tanto para adscribir a su orientación como para diferenciarse” (Ramírez Gelbes, 2007).

Deshilando el texto académico 2

¿Qué es el discurso?

Cuando se habla de discurso, muchos son los términos que vienen a la mente: exposición, debate, consejo, diálogo, monólogo, mitin, etc. Más allá de leer un texto frente a una gran audiencia, es necesario comprender las bases de lo que se desea exponer, distinguir su esencia e intención; es saber cómo está estructurado el escrito y cuáles son las ideas, creencia y pensamientos que lo componen.

Hay dos aspectos relacionados con la naturaleza humana que ayudan a entender qué cosa es esa del discurso: las personas somos seres sociales y lingüísticos. Para entendernos como personas, necesitamos tener en cuenta que nacemos y nos hacemos en sociedad, de la que tomamos conocimientos, pensamientos, formas de estructurar lo que nos rodea, hábitos, moral, cultura... y lenguaje. Éste no es un compartimiento estanco, sino que está confundido con todo lo demás. El lenguaje (de las palabras, de los gestos, de los símbolos más diversos...) estructura el pensamiento, permite la comunicación, otorga significado a lo que ocurre... y también absorbe cuanto ocurre, mutando continuamente. Las personas hemos nacido y nos comportamos en este entorno complejo y simbólico (Manzano, V., 2005)

El análisis del discurso es, por necesidad, análisis de la lengua en su uso, como tal, no puede limitarse a la descripción de formas lingüísticas con independencia de los propósitos y las funciones a las cuales están destinadas esas formas” (Brown, G. Y Yule, G., 1983, citados por Íñiguez, L., 2006).




Lenguaje académico

Es así que el discurso académico propone comunicar un descubrimiento científico y debe convencer sobre la legitimidad e importancia científica de ese hallazgo (Ramírez Gelbes, 2007). Las funciones del texto académico son producir y difundir el conocimiento científico, precisamente por su inscripción en una esfera de la actividad humana que se desarrolla en ámbitos particulares, tales como universidades, institutos de investigación científica y academias. Por esta razón, las principales tramas textuales son la expositiva y la argumentativa, en las que profundizaremos en la tercera unidad.

El lenguaje académico tiene un conjunto de rasgos comunes de vocabulario, sintaxis y gramática que configuran un estilo propio cuyas cualidades principales son la precisión, la concisión, la claridad y una tendencia a la neutralidad e impersonalidad.

Por tanto, los elementos discursivos que abordaremos a continuación tienen que ver con estas cualidades:

Objetividad - argumentaciónintertextualidad



Deshilando el texto académico 1

Escribir es hacer un texto, y en latín la palabra texto significa “tejer” o “tejido”. Entonces, cuando escribes, lo que haces es tejer, entramar, trenzar palabras, lo cual da como resultado, según la definición de la RAE (2012), un “enunciado o conjunto coherente de enunciados orales o escritos”. Para crear un texto coherente y cohesivo que logre el objetivo de lo que se quiere comunicar, es necesario que los elementos empleados estén ligados, así como lo están los puntos en el tejido.

La coherencia implica que se perciba el texto como un todo; la cohesión supone que las oraciones están conectadas entre sí por elementos concretos.”
(Clerici, 2013)

Escritura

Escribir textos académicos es diferente a otras formas de escritura, puesto que su proceso de construcción atraviesa por diferentes etapas que permiten exponer y explicar información o conocimientos en los diferentes campos del saber y su aplicación, además de divulgar esta información. Por tanto, es necesario tomar en cuenta:



La composición de un texto es una actividad compleja que atraviesa por diversos momentos antes de su culminación. En su investigación, Carlino, P. (2004) establece cuatro tendencias (dificultades o predisposiciones) que reflejan los universitarios al momento de escribir.

  1. No tener en cuenta al lector. Existe una tendencia de una escritura denominada “prosa basada en el autor” en lugar de una “prosa basada en el lector”; en la primera, las ideas se presentan en el orden en que fueron descubiertas, es decir, “muestra el camino asociativo de la confrontación del sujeto con su tema.” En la segunda, hay un “intento deliberado para comunicar algo al lector”, lo cual lleva a “crear un lenguaje y un contexto compartidos” entre ambos. Es decir, la prosa basada en el autor “refleja su proceso de pensamiento”; en cambio, la prosa basada en el lector “refleja su propósito” (Flower, 1979, citado por Carlino, 2004).
  2. Desaprovechar el potencial epistémico de la escritura. Scardamalia y Bereiter (1992) sugieren haber encontrado dos formas de redactar: “decir el conocimiento” por oposición a “transformar el conocimiento”. En la primera, el que escribe recupera de su memoria lo que sabe sobre un tema y lo expresa en el papel; en lo segundo, el escritor anticipa los rasgos de su destinatario y analiza qué quiere lograr con su texto.
  3. Revisar sólo la superficie del texto. La revisión de un texto casi no es considerada como una actividad en la cual es posible modificar y desarrollar perspectivas y nociones, si no como un mero proceso de corrección para subsanar errores, es decir, una revisión en forma lineal y centrándose en aspectos locales y poco sustantivos. Lo importante sería revisar, buscando descubrir significado al confrontar lo ya escrito con las expectativas del lector.
  4. Postergar el momento de empezar a escribir. Cuando se enfrentan a la tarea de producir un texto académico, muchos universitarios (afirma Carlino) recopilan bibliografía y leen casi hasta el último momento, sin empezar a poner por escrito los pensamientos que van surgiendo, las primeras ideas o las perspectivas posibles desde las cuales van a producir su texto. Luego, a falta de un enfoque propio, escriben desde el punto de vista de las fuentes consultadas (Arnoux, Nogueira y Silvestri, 2003). Finalmente, llega la fecha de entrega cuando ya no hay tiempo de repensar lo escrito.